Desde pequeñito, siempre quise emprender en algún ámbito. Por suerte, emprendí muy pronto a hablar, luego ya emprendí a escribir y contar y… Uis, esperad, me pasa una nota el editor: “eso se aprende, burro”. Disculpad el lío léxico, veamos cómo funciona lo de emprender: “empezar algo que exige esfuerzo y trabajo”. Nop, definitivamente no compagina bien con mi adoración por procrastinar. Pero, ¿y si os dijera que existe un juego que me ha enseñado a acometer mi propio negocio mientras me divierto? Bienvenidos a Arcade Paradise. Y es que, a buen emprendedor, pocas palabras bastan…

Silent Shirt. Resident Laundry. Alone in the Colada. Aún no entiendo porqué no me gano la vida de “titulador”…
Pongámonos serios (JA). Los videojuegos pueden servir para descubrir vocaciones ocultas o de inspiración para nuestro futuro. Por seguir en modo ególatra, hace unas décadas pensé en dedicarme a la lucha callejera. Luego me planteé arrasar civilizaciones cuan alegre dictador. Pero ninguna opción me llenaba ni cuajaba (sin cárcel de por medio). Ahora, gracias al nuevo título de Meridiem Games, acabo de descubrir que he malgastado mi vida laboral: necesito comprar una lavandería y montar un salón recreativo en su trastienda para ser feliz. ¿Os suena bizarra esta mezcla? Expliquemos las bondades de uno de los títulos que más nos ha sorprendido este año.
1. “O sea porfaver, cómo te pasas, papi…” El juego nos pone en la piel de Ashley, la hija del mangant—perdón, magnate Gerald “King” Goldman, un tipo campechano, que se ha ido a la Riviera de vacaciones. Permanentes. Y ha decido que su retoña, que ya ha cumplido 19 añazos, debe salir de la zona de confort, esa que tienes garantizada siendo una niñita consentida, con un progenitor que posiblemente tenga una piscina de oro, a rebosar de doblones. Estamos en los inicios de la década de los noventa, mucha crisis y tal, así que quiere que nos forjemos, por nosotros mismos, un porvenir venturoso. O que tengamos menos party hard, a saber.

“Aquí es donde está todo el oro” En primicia, los planos que usó Simon antes de que McClane le alegrase el día.
2. “Doy el callo por dinero, yo trabajo por dinero, nosequé…” Ya lo dijo el escritor de La Iliada (calla, igual fue otro Homero…), para hacer pasta hay que currárselo. No va a ser fácil. El bus nos deja a la puerta de un negocio en declive, olvidado de entre tantos bienes por papi, en una zona totalmente desolada de la ciudad. Se trata de una vetusta lavandería, por suerte, perfectamente equipada. Pero nuestra prota, pese a su tierna juventud, tiene medio grado en Administración, y sabe que la pasta gansa no sale del detergente (de ahí solo salen burbujas). En el almacén del negocio hay un par de máquinas recreativas… jum …
3. ¡La bombilla se nos ilumina con una brillante idea! Limpiar y secar la ropa a la gente de la zona no nos bañará en billetes, pero servirá para montar poco a poco un buen tinglado. Nos propondremos ir haciendo caja día tras día, y sin que papuchi se entere, reinvertir las ganancias en ampliar el parque de maquinitas. Es un plan perfecto, sin fisuras. Sobre todo porque nuestra hermana, que tiene contactos en el ayuntamiento, nos echará un cable con la burocracia (oh, un trato de favor entre consanguíneos y consistorios… no me suena de nada) para no necesitar a nuestro papi. El camino hacia el éxito ya sólo dependerá de nuestro esfuerzo.

Si mi madre me viese, divirtiéndome lavando ropa… ostras, si seguramente me esté leyendo, ¡un besi, mami!
4. Gestionar y vaguear, todo es empezar. La premisa del título es sencilla: a lo largo del día, vamos realizando todo tipo de tareas mundanas para mantener el local. Recoger la basura, pasar la ropa de la lavadora a la secadora, desincrustar chicles… o desatascar el retrete, puaj. Ya, en la realidad sonaría poco apasionante (noto como si mi cuarto de baño me mirara… con desdén y rencor) pero aquí funciona a las mil maravillas, a través de simples minijuegos de habilidad, que deberemos repetir, como en la vida misma… o pasar olímpicamente (mi aseo me vuelve a mirar fijamente, lo juro) y viciarse a los arcades de la trastienda hasta que acabe el día. A cerrar entonces el chiringuito, pillar el bus, y a la mañana siguiente, vuelta a elegir cómo administramos nuestras 24 horas virtuales.

En las tripas de mis consolas no hay cucarachas, ya hay directamente un micro bioma con su flora y fauna.
5. Money, that’s what I want. Como decía la mítica canción, la guita es lo que queremos, y lo que necesitaremos para avanzar. Hacer la colada de nuestros conciudadanos nos irá reportando beneficios, que serán mayores si no dejamos que su ropa se acartone durante días seguidos en la secadora (juraría que llegué a sacar unos gayumbos extra crujientes del tambor). Pero poco a poco, las tolvas de las cabinas se atiborrarán a monedas, que deberemos vaciar para ir llenando la caja fuerte. Y ojo, que los videojuegos tendrán diferente grado de éxito según cómo distribuyamos sus muebles, ajustemos su dificultad, o completemos objetivos en ellos. Gerencia a nivel micro o macro, a nuestra entera discreción, a través de una PDA (¿sois así de oldies?) donde ajustar (o no) mogollón de parámetros y analizar nuestras cuentas. Y tranquis, no se puede caer en bancarrota, para eso queda la cruda realidad.

Sí, chavalada, en otros tiempos, los gráficos vectoriales eran lo más. Si os reís, esperad a cuando les tengáis que explicar a vuestros churumbeles sobre el reguet—
6. Que no os ciegue el éxito, ni las luces de neón. Porque querréis tener la vista a tope para disfrutar de los graficazos de Arcade Paradise. Y es que, pese a encontrarnos ante un título de corte indie, desarrollado por un estudio chiquitillo, el apartado visual es sobradamente solvente. Nuestro avatar se desplazará, mediante un punto de vista subjetivo, por todo el escenario con una fluidez óptima, apoyado además por un esquema de control intuitivo y sencillo: qué fácil es recoger cajas de Krustyburger tiradas o calcetines desparejados (ha de existir una dimensión paralela donde se extravían. I believe). Además, iremos apreciando los numerosos cambios estéticos de nuestro salón según lo vayamos ampliando con más y más muebles. Y ya que hablamos de ellos…

Durante la toma de esta imagen de “Golpea el topo” , ningún animal virtual salió herido.
7. Desde que amanece, apetece, y sin parar hasta que anochece. Hablamos, por supuesto, de jugar durante largas horas a nuestras propias recreativas. Según vayamos comprándolas, descubriremos que abarcan géneros de lo más variopinto. Y hay más de treinta. Algunas rinden homenaje a clasicazos de los ochenta, otras mezclan mecánicas e ideas… cantidad, calidad y variedad para todos los gustos. Puzzles, carreras, disparos, o acción desenfrenada se dan de la mano en un compendio que os enganchará irremediablemente. Oh, y muchos juegos disponen de multijugador local y tablas de clasificación, para que os piquéis con los colegas.
8. Regreso al pasado, en clave de sintetizador. Antes hemos comentado lo bien que entra este título por los ojos, pero válgame San Arcadio (patrón de los jugones, o quizás no) cómo se siente en los oídos. Los efectos de las maquinitas están muy currados, pero la flipada musical llega con la selección de canciones que tendremos disponibles en nuestro jukebox o rocola (suena a marca de refrescos, pero no). Composiciones pop, techno, rock alternativo o grunge para llevarnos al nirvana (badum tsss) sonoro.

Sí, muy chula la fachada. Pero lo flipante es volver a ver un chandal de Tactel. Ahora necesito uno en mi vida para ir al curro. Y de fiesta.
9. La década prodigiosa. Arcade Paradise es una carta de amor a los 90 como la copa de un pino. La ambientación es una maravilla, una oda a toda una época, llena de referencias, chascarrillos y buen humor. Desde el PC de nuestra oficina (decorada con su correspondiente lámpara de lava, claro) podremos acceder a un simulado correo electrónico o primitivas webs, en gloriosa comic-sans, donde adquirir mejoras jugables, y relajarnos con unas partiditas al soltario o al buscaminas. Os costará encontrar una anacronismo por mucho que busquéis. Con una estética tan trabajada, solo os faltará pegar vuestra mano loca a un troll de la suerte para una inmersión máxima.

Según vuestra edad, esto os puede traer gratos recuerdos, o resultar una aberración del siglo pasado (que lo es).
10. Un paraíso recreativo. Ahora va una reflexión muy personal (la introspección del redactor, parte 1): soy entre malejo y negado en los juegos de gestión, tampoco es un género que me atraiga, pero en este título todo resulta extremadamente llevadero, y al añadir la opción de jugar a tantas máquinas, se ha obtenido un mixtura mágica. Si no os fiáis de mí, pillad Arcade Paradise a través de la web de GAME, o en cualquiera de sus tiendas físicas para poder comprobarlo por vosotros mismos. Está disponible para las consolas Playstation y Nintendo Switch. Yo me vuelvo a mi lavandería… Uis, ese cliente se va satisfecho de milagro ¡Salvado por la campana!









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