«En un agujero en el suelo, vivía un hobbit. No un agujero sucio, húmedo, repugnante, con restos de gusanos y olor a fango, ni tampoco un agujero seco, desnudo y arenoso, sin nada en qué sentarse o qué comer: era un agujero hobbit, y eso significa comodidad… Vaya, con más mobiliario y alimentos que en cierta mega-mueblería sueca, y más confortable que lo iremos dejando a lo largo de esta placentera aventura».

La silla basculante de una niña exploradora… ¿es una mecedora?
Jum… diría que una frase del párrafo anterior, extraído de la primera novela de Tolkien ambientada en la Tierra Media, no encaja. ¿Pero sabéis que va a encajar perfectamente? ¡Ese mueble rústico de fantasía al lado la camita hobbit en vuestro agujero virtual! Vale, dejémonos de tontunadas para entrar en materia. Fijo que controláis holgadamente sobre el universo de El Señor de los Anillos. Incluso que anteriormente habéis visto y jugado, con vuestros ojos de elfos, a muchos juegos basados en los libros/pelis (aquí tratamos algunos)… Pero ninguno como este. Acompañadnos al lugar más tranquilo de La Comarca, con este cuento desarrollado por Weta Workshop (sísí, los de los FXs en los films), publicado por Private Division, y lanzado en nuestras tiendas por Flashpoint.
Hasta la persona más pequeña puede cambiar el curso del futuro
Esta historia comienza en la Tercera Edad (no no, nada que ver con los viajes de Imserso; es el periodo cronológico en el que transcurre la saga). Una personilla anónima de escasa estatura duerme plácidamente en un tronco al lado de un camino, cuando un forastero se acerca en su carro para despertarlo. El tipo, que además de ser un corta-siestas, tiene pinta de mago importante, con sus barbas grises y sombrerazo, nos convida a subir. Tenemos un destino (y no es un monte), siendo el mismísimo Gandalf quien nos transporte en su carreta hasta allí. Fijo que no llegaremos tarde ni pronto. Ya puestos, podía ofrecernos un poco de la mejor hierba de La Comarca para aligerar el trayecto…

La crisis del ladrillo no afectó a La Comarca. Si acaso, fue la crisis del agujerillo.
Antes de arrancar, tocará crear a nuestro/a propio/a hobbit. Podremos elegir entre varios arquetipos, diferentes clases de cuerpos, cabellos, personalidades, rasgos faciales… y hasta la pelusa (o matorral) de vello en los pies. Como no, habrá que ponerle también ropitas al gusto. Y darle un nombre resultará esencial, claro. En mi caso, y para que sirva de referencia en adelante, se llama Albo Ferroso Clayhanger. Parece un tipo tranquilo, bonachón, amigable, glotón y con dos pinreles bien tupidos. Meh, solo se me asemeja en lo zampón. Y en los quesos peludos.
El mago gris (aún no había decolorado por la época a blanco) nos dejará a continuación en el final de nuestro viaje: la aldea de Delagua. No conoceremos casi nada sobre nuestro avatar, ni por qué es aquí donde se muda; pero ni falta que hace. Somos un hobbit que residió durante mucho tiempo en El Póney Pisador de Bree, y ahora viene a vivir una nueva vida. Tocará integrarse, entablar amistad con vecinos, aprender las costumbres de los lugareños, colaborar, y mucho más… sin que falte el buen papeo, claro. Somos hobbits, llenar la panza es básico.
Hobbital Crossing
Por si este «sutil» juego de palabras no fuera suficiente para aclarar de qué va este Tales of the Shire, añadiremos que se asemeja a Los Simsmuladores (ups, error tipográfico) sociales clásicos, pero con mucha más miga de lo que puede parecer a primera vista. Empezaremos en nuestra nueva choza excavaba en la tierra de estilo neozelandés, escasamente amueblada, pero arropados con los tutoriales correspondientes para desenvolvernos en menos que canta un Tom Bombadil. Afuera se encuentra el buzón donde iremos recibiendo cartas de nuestros vecinos, con tareas y peticiones, un pequeño terreno a modo de jardín, y poco más -por ahora-. Más allá del enverjado de nuestro hogar se extiende el pueblo de Delagua, y en él, en cambio, nos aguardan infinidad de sorpresas…

«Te doy 2 peniques y 3 dracmas por eso que traes. Y me estoy arriesgando… espera, que llamo a un experto»
Estos cuentos de La Comarca esconden mucho más que el típico juego cozy 3D de granjitas (género en el que podríamos encajarlo, tampoco lo neguemos). Habrá muchas tareas secundarias encargadas por los habitantes de la zona, sí, pero lo básico será avanzar en la historia principal: conseguir que la villa obtenga la denominación de «aldea», dejando de ser considerada como cuatro casuchas en la circunscripción de Hobbitón. Según cumplamos objetivos -algunos, pelín locos- aumentará un porcentaje que permitirá desbloquear más misiones, progresando entre escenas la mar de cómicas.
¿Y cómo se incrementa esa cifra para alcanzar el «final»? Pues manteniendo felices a nuestros parroquianos. Y no será asunto baladí, son una docena larga, cada uno con su personalidad bien marcada y diferenciada: amigables, huraños, joviales, exigentes… Además de los encargos que nos ofrezcan, para contentarlos deberemos estrechar vínculos, lo cual mejorará su nivel de afinidad (mostrado con un corazoncito; todo aquí es cuqui). Oh, y cada cierto hito de «love» conseguido, nos regalarán cositas: nuevos muebles, ornamentos, prendas de vestir, complementos y… ¿recetas? Corcho, claro, allá donde se encuentren medianos, habrá papeo a mansalva.

«Cuenta con mi espada esta noche» es una frase que NO has de decir en la primera cita
El Señor de los Pepinillos…
…Y de las calabazas, tomates, cebollas, papash («¿qué son papash?»), especias y todo lo que os podáis imaginar que se pueda plantar, está presente en este juego. Porque cultivar la tierra con semillas es una de las mecánicas esenciales aquí. Uno de los primeros utensilios que obtendremos será la regadera, con la que verter agua para que nuestras plantitas crezcan rápido. Y ojo, que los tallos se verán afectados no solo por el clima o la estación (en verano todo florece mejor, oye), si no también por el cultivo más próximo situado en su terreno, mejorando -o pochizando– así la calidad del fruto obtenido.

Se me mueren hasta los cactus en casa… pero esto me ha quedado que ni los jardines de Babilonia
Será nuestra finca donde situemos inicialmente las macetas, pero al avanzar la partida se desbloquearán terrenos aledaños, permitiendo colocar cada vez más jardineras… y obligándonos a gestionar las horas. Cada día en el juego transcurre en pocos minutos, y habiendo tanto que hacer, tal vez olvidemos regar nuestras tierras alguna mañana… y así no tendremos muchos alimentos. Tampoco será un problema irresoluble: en la plaza mayor hay vendedores con víveres a tutiplén; también podremos recolectar setas, frutos secos y raíces recorriendo el escenario. Una vez llenemos nuestro macuto de comestibles, tocará vaciarla en la despensa. Conste, Albo es tragón, pero no necesita zampar para sobrevivir… pero sí elaborar platitos para alegrar a sus vecinos.
«No os diré: no cocinéis, pues no todas las comidas son amargas…»
…Pueden quedarnos saladitas, dulces, o picantonas. Sí, parafraseamos al gran mago blanco (la sentencia es así en nuestra edición del libro) para explicar una de las mecánicas básicas en este título: el arte culinario. En la cocina de nuestra casita nos tocará preparar todo tipo de guisos o postres, a través de un sencillo minijuego. Todo lo que elaboremos podrá ser compartido luego con nuestros conciudadanos, a los que podremos invitar a segundos desayunos en nuestro hogar o grandes festines en distintos puntos de Delagua.

Aquí, maestría entre fogones. En la realidad, no paso de la preparación de bocatas. Y de un solo ingrediente.
Ojo con no currárnoslo y preparar constantemente platos simplones, pues cada habitante tendrá sus preferencias en sabor, textura o un antojo particular para la cita. De ahí almacenar en nuestra fresquera variedad de alimentos con la mayor calidad posible -bien sea sacados de nuestro huerto o comprados- para combinarlos con maestría. Si los comensales quedan satisfechos, nos otorgarán presentes y mejorará su relación con nosotros de cara al futuro, claro. Ah, y no solo con elementos de la tierra tocará usar los fogones; ríos y lagos estarán rebosantes de pescaditos que atrapar con nuestra caña en otra entretenida prueba. Cada vez tendremos más alimentos para echar a la cazuela, y más recetas… afortunadamente, podremos revisarlas en el completísimo menú de la enciclopedia -perfectamente localizada al español- junto a todos los elementos presentes en el juego.
Aquí sí hay quien viva
Al igual que van cambiando nuestros vínculos con los lugareños, Delagua está en constante evolución. No solo es el avance de las horas diurnas a nocturnas (ojo con quedarse despierto hasta las tantas, igual nos sobamos en medio de un camino) o las estaciones como mentamos arriba, si no que todo el ecosistema parece estar vivo. Las gentes tienes sus rutinas, nos las cruzaremos de la que van al trabajo, charlaremos si nos apetece, y al final de la jornada se irán a descansar. Hay granjeros, carpinteros, molineros; oh, y en la herrería, una enana itinerante: se podría decir que es aquí donde temporalmente mora…o Moria -JÁ-. También andarán correteando por ahí el ganado, animalitos salvajes o incluso aparecerá algún visitante si acontece un evento que lo requiera.

El chasco que me he llevado al descubrir que no está en ningún menú hobbit la pizza (sin piña, claro)
Ya que sacamos el tema de los cambios, estos afectan también en lo visual, mayormente en el paisaje. Y bien bonito que quedará: de los floridos campos primaverales o las soleadas estampas veraniegas, se pasará al manto marrón otoñal y luego a nevadas praderas. Un precioso ciclo que realza un acabado gráfico que, sin ser top en carga poligonal (incluso peca en rendimiento de ciertos tirones puntuales), luce y resulta más que apropiado para este tipo de juego. Eso sí, los diseños de cada habitante son adorablemente únicos, notándose un gran respeto y admiración por la obra literaria de los desarrolladores en el conjunto. Ah, y ya que sacamos el tema, se incluyen numerosas referencias literarias y fílmicas (¿a quién le hace llevar de paseo a Rosita Coto hasta la posada del Dragón Verde?).
Lo único que podemos decidir es qué hacer con el tiempo que se nos ha dado…
…Y si sois fans de El Señor de los Anillos como nosotros, aunque sea levemente (cof), invertirlo en Tales of the Shire será una decisión acertada. No esperéis acción, magia o espadazos, claro. Aquí os aguarda una experiencia netamente relajante, emulando la tranquila existencia de un hobbit (de los que no se embarcan en peligrosas epopeyas, vaya). Tenéis ya disponible este título para Playstation 5 y Nintendo Switch en la web de GAME o en cualquiera de sus tiendas físicas -ningún Balrog os impedirá el paso, palabrita-. Si buscáis un juego cozy diferente, ambientado en una de las licencias más importantes de la historia… CORRED A POR ÉL, INSENSATOS.









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